Las noches de febrero siempre han sido movidas en Sitges debido a que la celebración del carnaval fue tolerada por las autoridades gubernamentales en las épocas del tardofranquismo. De una manera u otra los sitgetanos y sitgetanas inventaron la manera de celebrar lo que había sido prohibido, llamándole las «Fiestas de Invierno» o vistiéndose con el glamour del Rally de coches antiguos, que se celebraba precisamente coincidiendo con el domingo de Carnaval, durante los años sesenta y hasta bien entrados los setenta.

Redada de «violetas»

La presencia de personajes travestidos, hombres disfrazados de mujer, mujeres disfrazadas de hombre, es una práctica propia de todos los carnavales modernos. En Sitges se constata este hecho con la noticia sensacionalista, pero verídica, de una «redada de violetas», batida policial que tuvo lugar el domingo de Carnaval de 1973, documentado por varios historiadores, como Brice Chamoleou (2018) en el libro titulado» Tiran al maricón: los fantasma «queer» de la democracia (1970-1988) «:

Durante el Carnaval de 1973, en Sitges, la guardia civil observa en la entrada de la discoteca Los Tarantos a varios individuos «que por sus formas de vestir y amaneramientos daban la impresión de ser afeminados».

Este episodio fue recogido también por Arturo Arnalte en el libro «Redada de violetas: la represión de los homosexuales durante el franquismo», publicado por Esfera de los libros en 2003.

«La Calle del Pecado»

La presencia de personajes de la farándula, de «teatreros», directores de cine y cantantes folklóricos, como es el caso de Antonio Amaya, dio paso a una especie de clubes o sociedades nocturnas donde se mezclaban los ricos y los pobres. La aparición de bares «especiales» provocó un caldo de cultivo frívolo y distraído. La calle «dos de Mayo» se convirtió en «la calle del pecado» con el bar El Meson, con sus «mesoneras» que eran encargadas de salpimentar el Carnaval,que fotografiaría el artista chileno Luis Poirot, y el poeta Enrique Lihn versará llamándole «La efímera vulgata, una mariposa que revolotea de noche»:

En un barrio de Sidney, en la Rambla de Sitges

(cuando los padres han recogido a sus niños).

A medianoche cuando la Cenicienta pierde, alocada y astuta

uno de sus zapatitos en manos de las doce campanadas

en el Café de la Ópera, en la casa de la Carlina

en Christopher Street

se despierta la Efímera Vulgata para su vuelo nupcial.

Despliega, como en las viejas tarjetas postales,

sus alas de seda pintadas de lentejuelas.

Los ojos son ocelos que relumbran al contacto de la luz y brillan con languidez.

 

«Memoria oral de la comunidad gay de Sitges»

Quien desconozca los hechos derivados de la intención de crear y potenciar un Carnaval Gay en Sitges, puede enterarse consultando la página web Inmaterial Penedès, en su apartado «Memoria oral de la comunidad gay de Sitges»

La comunidad gay, de una manera u otra, formaba parte del tejido organizativo del carnaval de Sitges, pero la prohibición y la presión del régimen hizo que los homosexuales se integraran dentro de las actividades de cada entidad relacionada con el carnaval (Lacaba, 2004). En este sentido, el carnaval se convierte en un elemento transgresor y subversivo que cuestiona la ideología católica del régimen y los gays, como representantes de esta transgresión, son incluidos en la festividad (Lacaba, 2004).

En consecuencia, «la representación mediática que empieza a tener el carnaval de Sitges hacia el exterior, comienza a tener cierto color gay» (Lacaba, 2004: 118). Este hecho se combina con el surgimiento de nuevos grupos que colaboran con el carnaval y generan una rivalidad marcada por una mayor diferenciación entre el carnaval de Sitges y el carnaval gay. Un hecho escenificado, sobre todo, en la segregación de espacios y de los eventos que celebraba cada parte (Lacaba, 2004).

Además, el Ayuntamiento y las dos sociedades organizadoras del Carnaval de Sitges (Retiro y Prado) hicieron, desde ese momento, todo lo posible para que el carnaval «oficial», el no gay, tuviera más representación y menos vinculación con la comunidad gay (Lacaba, 2004). Un hecho que responde, según Lacaba (2004), en dos hechos: la importancia que el carnaval había tomado en el pueblo y a la necesidad de las instituciones políticas de controlar y oficializar este evento para proyectar una imagen determinada de relevancia identitaria respecto a unas finalidades políticas concretas (Lacaba, 2004: 118).

Por otra parte, los diferentes organismos dependientes del Ayuntamiento también pusieron trabas a la realización de actividades relacionadas con el carnaval y la comunidad gay. Concretamente, la comisión de fiestas prohibió al propietario de un local gay – el Candil – construir un recinto cubierto (carpa) donde realizar bailes en la calle en caso de lluvia (Lacaba, 2004). Se trataba, según el autor, de una clara prohibición de la manifestación pública del carnaval gay -celebrado desde la muerte del dictador hasta el 1982- en beneficio del otro carnaval.

La prohibición se llevó a cabo después de una votación entre las entidades locales que finalmente consideraron que la carpa gay no se autorizara. Según Canet (2011), CiU y Alianza Popular hicieron bandera en contra de la carpa alegando problemas de orden público y, debido al momento pre electoral, ningún partido se la quería jugar, lo que les condujo a delegar la decisión a la votación de las entidades locales (Prado y Retiro).

En consecuencia, los dos carnavales se separaron de los espacios donde se desarrollaban, haciendo que el carnaval gay se desarrollase en las calles de mayor densidad de locales para la escena gay como hemos visto anteriormente (Lacaba, 2004). Esto significó la relegación del carnaval a espacios privados (bares de la calle Sant Bonaventura y otros), una lógica cercana al laissez faire en locales privados del franquismo.

 

La comunidad gay de Sitges creó sus propios circuitos y sus propias dinámicas, como la de organizar la semana anterior un recorrido por bares y discotecas donde se tematiza la noche. Así, «la noche de las Turistas», «La noche de los miriñaques», «La tarde de las Putas», «las Mesoneras» (dijous Gras), y otros inventos que podrían ser desconocidos para quien no estaba iniciado.

Fardeo, pluma y lentejuela

El Carnaval es una broma privada entre amistades y conocidos. Carnaval es también la competencia entre entidades, el lucimiento y el «fardeo», la pluma y la lentejuela pero también el disfraz improvisado con gracia. Se hace difícil historiar una fiesta que nunca ha tenido un guión estable, existen algunos patrones que, como todo lo que es tradicional, se mueve y varía conservando algunos aspectos y transformando a otros; o, incluso, creando nuevas mitologías, nuevos iconos, nuevos personajes de vida efímera, como la mariposa sitgetana, que emplean el vuelo las noches frías de cada mes de febrero, saltando de bar en bar y pasando de una acera a la otra sin ningún complejo.

Reinventarse para morir un miércoles de ceniza

Este año estamos ante un gran reto: vivir el Carnaval salvando la pandemia, reinventarse para morir un miércoles de ceniza. Las pantallas y las redes sociales nos ayudarán a pasar este «impasse» hasta que nos podamos volver otra vez a las calles y las plazas para celebrar el alegre Carnaval Gay y sentir la melancolía de la Alegría que Pasa.

 

Isidre Roset , presidente de la Ass. LGTBI Gay Sitges Link

 

Fuentes de información:

Memòria oral de la comunitat gai de Sitges, Immaterial Penedès

Efímera Vulgata, Poirot