El periodo republicano de los años treinta venía a culminar un proceso de modernización y democratización social y de progreso económico para un pueblo que había decidido, cuarenta años atrás, optar por el turismo como fuente de ingresos. Está más que certificado que Sitges, la primavera de 1935, hacía días que se había convertido en una plaza turística de renombre visitada tanto por ‘kamacus’ como por forasteros de todo tipo, desde artistas y literatos, esposas de aviadores transatlánticos (David Llewellyn), aristócratas (el vizconde de Güell), tenistas (Antonio Boter), boxeadores (Max Schmeling), nadadoras (Solita Salgado), estafadores (Daniel Strauss y Perlowitz), actores americanos (Buster Keaon) o asistentes al V Congreso internacional de la Publicidad, entre otros famosos.

«M. de Sagarra ya había alabado toda la obra de la HUSA en un artículo en Mirador de 1932 -antes del archifamoso «Sitges» de 1935- poco antes de inaugurarse el hotel Terramar Palace. Explicaba muy bien el proyecto de explotación de los hoteles y del turismo y hacía un análisis muy acertado de la gente que veraneaba en Sitges y hablaba castellano. Deliciosa su aguda y punzante ironía: «La HUSA, en Sitges, ha hecho un casino, una piscina, jardines, un paseo, unas playas, y con el empuje que lleva es posible que haga una jaula para diplodocus y que consiga que muchas señoras que pasan el verano en Sitges, y que son verdaderos supervivientes de la época del diplodocus, dejen de hablar aquel castellano pésimo que hablan y utilicen una lengua más adecuada al paisaje ya la luz de Sitges.»

Dos plumas de renombre del momento residieron en Sitges aquella primavera, G. K. Chesterton en mayo y Jacinto Benavente (1866-1954) en abril. El primer repetía estancia en el hotel Subur por segunda y última vez (El Eco del día 12 nos lo confirma. En 1928 no vino, sólo se le recordó, ya lo explicaremos). El español se estrenaba en el hotel Terramar Palace, y aún tendría que volver dos veces más, en abril de 1936 y octubre de 1942, como mínimo, pues su relación con Santiago Rusiñol quizá ya la había llevado antes aquí. En el álbum de autógrafos de Miquel Utrillo, Benavente consta el año 1933, quizá por otra visita no documentada en los semanarios Sitges … Recordemos que el dramaturgo fue uno de los traductores al castellano de las obras de Rusiñol, por ejemplo libertad, que se estrenó en Madrid en marzo de 1902.

También Miquel Utrillo se relacionó profesionalmente en hacerle el cartel para «La comida de las fieras» que se había estrenado en 1897 y que hasta las reformas pudimos contemplar en las escaleras de la Biblioteca. Utrillo hijo explica que lo compró en París por 50 francos. Lo que está claro es que a pesar de faltar el modernista, el madrileño decidió volver porque se había enamorado e inspirado en los azules de su cielo y de su mar. En 1951, cuando se inauguraba en Aranjuez, en el jardín que lleva el nombre de Rusiñol, una lápida conmemorativa, Francés, como secretario perpetuo de la Academia de San Fernando, y Benavente, en nombre de la Sociedad de Autores, hablaron ante el busto de Rusiñol, inaugurado por la hija.

Durante su primera estancia en Sitges y estando en el hotel, Benavente dirigió unas palabras al público español a través del micrófono de Radio Asociación de Cataluña (A. E. J. 15.). El cronista del semanario añadía: «Nada nos sorprendió que la Playa de Oro fuese uno de los Escenarios escogidos por el insigne literato para alguna de sobre INTERESANTES obras.» Y Arturo Gazul anotaba que Benavente recordaba sus estancias en Terramar como las mejores y más estimulantes para el su pluma en los años posteriores a la guerra. También anota que no tuvo mucho trato con los artistas e intelectuales locales. Será cuestión de ponerse a leer para buscarlas.

Al año siguiente no sólo repitió estancia durante el mes de abril sino que el golpe de estado militar le pilló en Barcelona. Rafael Font Farran, que entonces era un joven secretario en la Comisaría General de Orden Público con sede en la Via Laietana, nos cuenta que después de los primeros incidentes del sábado 18 de julio se había ido a casa y «que en la madrugada de aquel domingo tan singular, el balcón de casa, en Provenza-Aribau, veía ya bajar la tropa por las aceras mientras un tiroteo lejano nos llegaba del centro de la ciudad. Las cosas, pues, se habían precipitado.

«Al día siguiente de los acontecimientos, cuando entré a nuestros despachos me encontré con una presencia imprevista, sorprendente: el dramaturgo Jacinto Benavente estaba instalado en el sofá con zapatillas y leyendo un libro! Me sonrió amablemente, tal vez con un dejo de humor caro la situación era singular. Me lo contó …»

Jacinto Benavente y los cócteles | El Norte de Castilla elnortedecastilla.es

El buen señor estaba alojado en el desaparecido Hotel Colón de la Plaza de Cataluña, ocupado por los militares sublevados y luego por la fuerza pública. ¿Qué hacer con Don Jacinto en aquellos momentos todavía de lucha en la ciudad? Para protegerlo, se lo llevó a la Comisaría General. Y allí el también comediógrafo y Secretario General de la casa, Vidal Jové, lo instaló de momento en su despacho, mientras llegaban como podían unos amigos de Benavente a recogerlo.

«Miren ustedes —dijo el escritor— con todo lo que he vivido en las últimas horas, qué maravillosa obra de teatro se podría hacer…»

Es evidente que uno de los dramaturgos más prolíficos del país tenía que saber sacar partido de todo, por eso llegó a escribir hasta 172 obras, y fue uno de los dramaturgos más queridos por el público del momento. Los teatros de Sitges han representado una quincena de obras suyas, por ejemplo «El nido ajeno», «Por las nubes» y «Angelus», las tres en julio de 1910 o «La malquerida» y «Más fuerte que el amor» en 1914.

A los redactores del Baluard de Sitges les sorprendió que a finales de 1907 participara con artículos y conferencias en una cruzada contra Cataluña organizada por el diario El Mundo de Burell, junto a otras plumas «sobresalientes» del noble arte de la catalanofobia (como ahora!): Manuel Bueno, el Malo; Mariano de Cavia, el curda; Pío Baroja, el Trampa; y Jacinto Benavente, el Esteta. Le dedican el artículo «Contra Cataluña, rebuznos de asno» (23-XI-1907) y «Todo el mundo intelectual» (8-III-1908).

Tras la muerte de su madre, en 1922, se fue a hacer las Américas. Un viaje de casi dos años. Fue precisamente durante este viaje, en Nueva York, que se enteró de que le habían concedido el Premio Nobel de Literatura. De ahí que la ciudad lo nombró Hijo Adoptivo y Madrid, Hijo Predilecto. También viajó a Egipto, Tierra Santa, Oriente Medio y Rusia, donde pasó unos meses. Al volver cofundó el 11 de febrero de 1933 los Amigos de la Unión Soviética y fue uno de los firmantes del manifiesto, lo que también extrañó a mucha gente, por ejemplo a JM de Ribot (Baluarte de Sitges, 2-7-1933 ). Esta vertiente republicano le comportó una cierta censura con la victoria de los ‘nacionales’. Pero acostumbrado como estaba a adaptarse a todo tipo de situaciones difíciles, no le supuso ningún trasiego publicar con el nuevo orden. Antes, sin embargo, subió a la tribuna presidencial para asistir al desfile de las tropas victoriosas en Valencia y a hacerse presente en la plaza de Oriente de Madrid en la gran manifestación profranquistas de 1947.

Él, dandy wildeano por excelencia -dedicó «La noche del sábado» al admirado irlandés; también Manuel Machado le había homenajeado con «La última balada de Oscar Wilde» – supo vivir siempre con discreción su condición de homosexual. Su actitud fue la de no sentirse atacado por las injurias, dejar que sonara el ruido de fondo sin que le afectase, y eso que fue atacado por Ramón Gómez de la Serna, Carmen de Burgos, Cansinos-Assens. En cambio fue muy amigo de los psicalípticos Pepito Zamora, Álvaro de Retana, Antonio de Hoyos, y admirador de Carlos Gardel y Tórtola Valencia, con quien le gustaba bailar un ‘agarrao’.

Hombre de condición acomodada y cosmopolita, estrenaba sin dificultades y fue bienvenido a los más altos círculos de la sociedad. De todos es sabido que las clases altas no sentían la necesidad de justificarse con la moral convencional, al menos siempre que se evitara el escándalo. Y el aparato represor siempre ha ido a buscar a los más desfavorecidos. Hasta se arriesgó a introducir «el tema», aunque muy tamizado, en algunas de sus obras. Publicó una serie de poemas homoeróticos y el relato efebofílico Ganímedes (escrito en 1938 y publicado en 1942).

El franquismo no renunció a integrarlo como figura de prestigio. Es más, Benavente fue bien recibido a pesar de su pasado republicano y su condición de homosexual -había sido el chisme del todo Madrid- porque aceptó con agrado encerrarse en el armario, ser discreto en la vida pública, aunque fuera guardando silencio. Y si convenía, mintiendo. Sabía que lo importante era que su nombre no saliera a la luz. Que mientras él no reconociera su homosexualidad, los rumores no podían afectarlo. Le fue necesario hacer malabares entre la influencia de las modas extranjeras y las esencias de un «casticismo» pronunciado. Y él, que había dirigido un circo, fue un experto en ello. Fue una fiera domesticada en un armario transparente.

Su biógrafo en vida escribió: «Se habla insistentemente de ciertas anormalidades fisiológicas. Los rumores llegan a oídos de Jacinto Benavente, y él se encoge de hombros. Cuando en el café alguno se permite una alusión peligrosa, Benavente sigue saboreando su cigarro puro con indiferencia. No se sabe si es el hombre despreocupado que quiere asustar a los moralistas o el escéptico que se considera más allá del Bien y del Mal. Acaso porque rige sus actos de acuerdo con su mundo interior y extraordinario, con una moral y una filosofía propias, le parece al artista natural y corriente lo que a los demás sorprende o subleva.»

Pasó los últimos años de su vida entre Madrid y Galapagar, acogido por el matrimonio formado por su querida actriz y musa Mary Carrillo y Diego Hurtado -hijo de su secretario personal-. De esta estrecha relación Benavente se convirtió en padrino de las cuatro hijas del matrimonio, seguro que para todos recordadas en el programa de TVE «Un, dos, tres».

Por Montserrat Esquerda